La Ciudad

“Argentina está cada vez más pobre, más dogmática y más represiva”

El filósofo Darío Sztajnszrajber presentó su libro "Filosofía en 11 frases", donde propone sacar su campo de estudio de los formatos "excluyentes".

La fila de personas casi daba vuelta a la manzana. Aquellos turistas que terminaban su jornada de descanso en Playa Grande y se encontraban ajenos a la agenda del día, miraban con curiosidad la gran convocatoria y se preguntaban qué personaje, banda o show había provocado tamaño interés. Algunos podrán haberse sorprendido al conocer la razón: un filósofo presentaba su libro que, naturalmente, era de filosofía. Otros no y, quizás, lamentaron haberse desconectado por completo de las noticias de ese día.

Que Darío Sztajnszrajber es uno de los referentes contemporáneos de la filosofía no es ninguna novedad, por eso, para sus lectores, que la sala que dispuso la editorial Planeta para la presentación de “Filosofía en 11 frases” se llenara en apenas unos minutos solo fue el resultado de lo obvio, lo esperado. Esta “masividad”, sin embargo, no abruma al filósofo y docente, pero sí decide enfrentarla con la misma responsabilidad con la que se para frente a un aula desde que tiene 23 años.

“Los docentes tenemos esa responsabilidad porque generamos muchas veces consecuencias que exceden lo que uno incluso pretende buscar”, señala, en una charla con LA CAPITAL. Aclara, también, que el objetivo nunca es “bajar una línea”, sino “inspirar a que el otro sea, se transforme”.

“Pero la inspiración no es una práctica productiva”, cuenta y reconoce que la piensa más “como una teoría del derroche”. “Das y lo que se derrocha genera, en algún punto, un movimiento en el otro. Me parece que desde ese lugar hay una responsabilidad, porque uno sabe que diciendo cualquier cosa ante un público que te está escuchando, esa cualquier cosa puede provocar otra. Pero bueno, uno es responsable pero tampoco dueño ni puede predecir los movimientos que luego suceden”, se atajó.

-¿Llega a enterarse de algunos de estos movimientos impredecibles?

-Mucha gente en las redes me escribe con resultados diferentes. Me acuerdo de un caso de una pareja de La Plata, que fue a ver Salir de la caverna y después del show se separó. Y me escribieron los dos: la persona que decidió separarse diciéndome gracias y la otra. También jóvenes que cambiaron de elección de carreras, y padres enojados porque sus hijos no siguieron, quizás, el mandato familiar.

Si uno se quedara sólo con el título, “Filosofía en 11 frases” bien podría ser un manual. Pero no. Lejos de eso, Sztajnszrajber da lugar a un género que escapa a cualquier categoría. Es un ensayo, es un diálogo, es una novela de ficción política. “Un híbrido”, dirá él.

– Entonces todo formato es útil a la hora de hacer filosofía…

– Sí, sobre todo si salís de las herramientas tradicionales que lamentablemente han ido aislando a la filosofía de su posibilidad de acceso por cada vez más cantidad de gente. Ese aislamiento tiene que ver con el uso de un lenguaje más endogámico, más de ghetto, como que le birla la posibilidad a gente que no es del palo de la filosofía de poder acceder. Entonces, los que hacemos divulgación, estamos todo el tiempo experimentando formatos. Esto es basarnos en los contenidos propios de la disciplina, y sin renunciar a la rigurosidad de la misma, poder trabajar los lenguajes para que llegue a un público más amplio. En mi caso trabajo tanto la cuestión pedagógica como la cuestión más de hibridación de género. Yo creo que el libro tiene más que ver con eso: trasgredir la forma normal en la que se escribe filosofía.

Para analizar las frases te basas en una novela que arranca con la angustia y la reflexión de un hombre en una estación de subte de Buenos Aires y luego avanza hacia problemáticas políticas, incluso un caso de gatillo fácil y un incipiente nuevo golpe de Estado. Lo que lleva a preguntar, ¿qué lugar ocupa la filosofía en tiempos de crisis? 

– Obviamente nadie hace filosofía descarnadamente. La filosofía es carne, se hace con el cuerpo. No se hace solo con la mente, entendiendo la mente como una especie de abstracción etérea que no está atravesada por la historia, por el dolor, por las exclusiones. Aunque uno hable de filosofía griega y de la problemática del alma en los presocráticos, lo hace desde una Argentina cada vez más pobre, cada vez más dogmática, cada vez más represiva. Son situaciones de las que no podés zafar. Uno no puede pelearse contra su facticidad. Y esa facticidad está presente en todo. Yo creo que la filosofía hoy brinda la posibilidad de escaparle a las formas hegemónicas de presentar las urgencias de nuestra sociedad, porque por su manera de trabajar la filosofía trata de escabullirse de lo actual, pero sin irse a la inactualidad de un pasado con el que no se genera ningún tipo de relación.

– ¿Y cómo se podría hoy escapar de esas formas hegemónicas de presentar la sociedad?

-Uno puede, por ejemplo, analizar al macrismo a partir de las categorías que hoy el lenguaje mediático establece como categorías válidas. O uno puede cuestionar no sólo lo que está sucediendo en términos gubernamentales, sino las formas en que se analizan lo que está sucediendo: cómo todas las estructuras blindan lo que sucede, lo que posibilita que se constituya un sentido común desde el cual no es posible pensar de otro modo. Mirá todo lo que tiene la filosofía para plantear…, cuestionando lenguajes, formas de trabajar la actualidad, el mismo concepto de actualidad. Yo creo que ese es el lugar de la filosofía frente a cualquier crisis.

Tanto en su nuevo libro como en la conversación que mantuvo con este medio, el filósofo aborda el concepto de “cambio” y asegura que el mismo “no es monopolio de un partido político”.

– Se escucha que ‘Argentina tiene que cambiar’ o que ‘está cambiando’ pero Argentina, ¿puede cambiar?

– En el marco de los que son la lógica de la política, en esa compulsa de poder, cualquiera se apropia del sintagma que quiere y es más o menos eficiente en términos de lo que se juega en esa lógica. Y las reglas de la política tradicional son estas y tiene que ver con senadores que a la hora de votar a favor o en contra del aborto están pensando más en su reelección o en sus alianzas que en lo que están votando en términos de contenido. Eso es la política tradicional. ¿Hay una forma diferente de hacer política? A veces uno tiene la sensación de que no y queda uno como colapsado por la política tradicional. Pero sí se visualiza en los últimos tiempos la posibilidad de una cosa nueva en términos de práctica política con la irrupción de la revuelta feminista. Creo que la mujer en la calle está mostrando como otra realidad política, con un movimientismo despersonalizado, sin liderazgos duros, horizontal. Históricamente hay ciclos que irrumpen este tipo de prácticas políticas. Lo más parecido para mí es lo que pasó en los años ’60 con el lugar del joven en esa disputa generacional del Mayo Francés. Lo que hay que ver es si estas nuevas formas de lo político después pueden generar realmente una transformación en la política o termina siendo algo escindido.

¿Y si Merlí fuera argentino?…

A fines de diciembre, desde la Universidad Nacional de Mar del Plata manifestaron su alegría por haber registrado, para 2019, un número récord de inscripciones en la historia de la institución. Entre algunas de las particularidades que llamaron la atención a las autoridades, se destacó el crecimiento del interés por las carreras vinculadas a la filosofía, algo que desde la casa de altos estudios gustaron de llamar “Efecto Merlí”, en referencia a la serie catalana que se enmarca en las clases de Merlí, un profesor de filosofía de un secundario. El filósofo y escritor Darío Sztajnszrajber, sin embargo, le restó importancia a la cuestión cuantitativa – “¿cuánto es realmente muchas (inscripciones)?”, dijo-, aunque reconoció que lo que para él la serie provocó fue una reivindicación del rol del docente.

“Yo creo que el Efecto Merlí es una reivindicación del docente más que de la filosofía. Lo que hace, obviamente, es amigar a la filosofía con lo masivo porque es de filosofía el profe de la serie. Pero lo que me parece que aparece ahí es la idea de que un docente puede tener otro rol más en una sociedad como la nuestra, la Argentina, en la que en los últimos años, desde el actual gobierno, se ha puesto y se lo ha construido al docente como un enemigo directo y frontal. Entonces, Merlí viene, de algún modo, a mostrar otro esquema. Es interesante tomar todas las características con las cuales algunos funcionarios del gobierno cuestionan hoy al docente, a su sindicalización, a sus reclamos y a su forma pedagógica de trabajar y tomar esas características y aplicarlas a Merlí”.

– Entonces, si Merlí fuera argentino…

– Es muy probable que a Merlí también le generasen el mismo destrato que a cualquiera de los docentes de la esfera pública. Para mí la serie es positiva y sobre todo deja un mensaje que las instituciones escolares están estructuralmente en crisis y es una exigencia permanente de los que hacemos a la comunidad educativa reinventarla, que es algo que queremos hacer.

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